sábado, 24 de octubre de 2009

Ser más papistas que el papa


Por: Álvaro Camacho Guizado
Tomado de EL ESPECADOR, octubre 23 de 2009


Ahora resulta que quienes nos metieron en el lío de la guerra contra las drogas, quienes con su obsesión prohibicionista impulsaron el alza de los precios de la marihuana y la cocaína y las hicieron especialmente atractivas para amplios sectores de la población estadounidense, al punto que Estado Unidos es hoy día el mayor productor mundial de marihuana, ahora entran en una vía menos radical, y asumen con alguna sensatez el problema del consumo.

En efecto, el presidente Obama ha ordenado a sus fiscales que no persigan a quienes consumen marihuana por prescripción médica para aliviar problemas asociados con la quimioterapia contra el cáncer. Ha dispuesto que no se desperdicien más recursos de todo tipo en esta guerra absurda, y que se respeten las decisiones que han asumido varios Estados respecto de ese uso medicinal.

El gobierno de Obama no renuncia al combate contra las drogas, y acepta la idea de Reagan y Bush padre de que éstas son una amenaza a la seguridad nacional. Pero su actual Zar en la materia viene a Colombia a decirnos que el nuevo presidente está reconsiderando la estrategia bélica para formular políticas menos punitivas y más basadas en educación y salud pública. No podemos pecar de ser optimistas, pero parecería que Obama se inclina por un tratamiento menos brutal que el impuesto por el prohibicionismo radical. Quién quita que un poco más adelante empiece a reconocer el fracaso del prohibicionismo radical; que acepte que se ha traducido en la proliferación de prisioneros condenados por consumir dosis personales, y que las reducciones en los consumos, cuando se dan, no responden a temores a los castigos, sino a consideraciones sociales diferentes, como lo han constatado los expertos en ese país.

Y como siempre, en Colombia pretendemos ser más papistas que el Papa. El presidente Uribe se la juega a fondo para lograr la penalización de la dosis personal, y no tiene inconveniente en asociar el consumo de esa dosis con “la corrupción y la politiquería”, como lo trató de imponer en el referendo de 2003. No recuerdo que haya explicado con claridad la relación entre las dos cosas; y de cualquier manera, fracasó.

Ahora vuelve a impulsar la iniciativa, sólo que el nuevo argumento es diferente: se trata de una manera de combatir el terrorismo. Se supone que si las Farc se financian con la exportación de cocaína, ahora se debe penalizar la dosis personal de marihuana, cocaína y heroína, para quitarle el agua al pez. Ya desde el gobierno, sin embargo, no se arguye que es una forma de combatir al paramilitarismo, pues éste se acabó, y sólo quedan las llamadas “Bacrim”, que son una cosa distinta.

Los seguidores de la presión presidencial se inventan nuevos argumentos, ya no asociados con el terrorismo. Dicen que detrás del vendedor de una dosis personal se esconde un mayorista, y que por tanto la venta al detal estimula el mayoreo. Pero se niegan a considerar la posibilidad de que quien porta una dosis personal no la adquirió de un mayorista: pudo ser un regalo de un amigo, o que la compró a una señora que no era mayorista, o que se lo sugirió un médico experto en quimioterapia.

Pero si Uribe es más papista que el Papa, los uribistas son más vaticanistas que nuestro pontífice criollo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario