viernes, 7 de marzo de 2014

Iván Rodríguez: ¿iluso o comprometido?


Por anónimo.


Spot Ivan Rodriguez




En este país los politiqueros corruptos  y el sistema nos han robado todo, todo… hasta la ilusión.  Ya deambulamos como almas perdidas por las calles de la desesperanza resignados a sobrevivir, a soportar, arrastrando nuestra dignidad. No soñamos con un futuro radiante para nuestros hijos o nuestras familias. Simplemente esperamos la sobrevivencia.  No tenemos voluntad para un compromiso sino la voluntad de entrega, sin apenas protestar.
Iván Rodríguez, mi excompañero de estudios, es una pequeña luz en este universo obscuro. Una luz que pretende ser guía. La verdad, es un iluso. Un soñador que piensa llegar al Senado exponiendo ideas, despertando almas dormidas, insuflando pasión. No creo que lo consiga. Es difícil que convenza a muchos con ideas, cuando estamos acostumbrados a vender el alma, a vender el voto y con este la dignidad. ¿Ideas? ¿Y eso qué es? Sólo entendemos de vender el voto, de apoyar los corruptos porque soñamos en que algo nos caiga del festín de la miseria nacional.
¿Ideas? ¿Dignidad? ¿Pasión? ¿Compromiso? ¿Honradez? Nuestra pequeñez moral es tal, que ya ni sabemos qué significaban esas palabras, que insuflaban de amor, ira o determinación a los abuelos. A los hombres y mujeres honrados de este país. Por ello no creo que Iván Rodríguez salga elegido; sería una anomalía histórica.
Se comprometió a trabajar por los más pobres, y de éstos, en especial por los más abandonados, por los que no existen: los campesinos pobres y medianos propietarios rurales; por las mujeres y niños que abonan día a día nuestra tierra con sus lágrimas y con sus carnes, que se consumen víctimas de los atropellos de paramilitares, guerrilleros, militares, terratenientes, y de cuanto abusivo se sienta con el derecho a abusar de ellos.
Tiene todas las probabilidades en contra. ¿Cómo puede competir invirtiendo en su campaña 50 millones contra candidatos de la oligarquía que gastan 2 y tres mil millones de pesos? ¿Cómo puede competir contra oponentes llenos de mermelada hasta la saciedad? ¿O contra un candidato que destila odio, que resume sangre y al que muchos colombianos admiran por su estilo de matoneo? Lo veo difícil. Lo veo difícil, casi imposible. Es la lucha de un David contra Goliat. 
Gane o no, habrá cumplido con un deber: enseñar que existen posibilidades para los colombianos que soñamos con un mejor país. Y por eso, porque me da la ilusión Votaré por IVÁN RODRÍGUEZ al senado, No. 37 en la lista del Polo. 
¡Votaré por él por agradecimiento, por despertarme la ilusión, por hacerme soñar!


lunes, 29 de agosto de 2011

De los hechos a las palabras: Obama




Mamerías de verdad....




Por Acidonitrix


El presidente Obama, y su equipo si tenían clara la importancia del nobel de Paz.


La importancia de un Nobel de paz es tal para Obama... que “mataría por un nobel de paz”.


Y, si no, que lo digan los genocidios en Irak, Afghanistán, Pakistán, Libia, etc.


lunes, 26 de abril de 2010

La Iglesia a debate...



24 Abr 2010 El Espectador

Pederastia: un problema de poder

Por: Humberto de la Calle Humberto de la Calle

CLARO QUE LOS CURAS QUE ABUSAN de menores incurren en una seria transgresión moral y criminal. Pero por encima de eso, hay aquí un problema de poder.

Una lucha entre los deseos ancestrales de la Iglesia Católica de escapar a la jurisdicción civil, enfrentados al crecimiento de la sociedad secular que, con fundamento en el principio de igualdad, cree que en un Estado aconfesional, todo delincuente, con o sin sotana, debe someterse a la jurisdicción ordinaria, sin perjuicio de sus responsabilidades sacramentales.

El asunto no es nuevo. Incluso, en el Concordato la Iglesia se reservó ciertas condiciones favorables en el juicio a los clérigos. Estableció también el secreto del juicio y ciertas condiciones para la detención, todo lo cual tuvo que ser tumbado por la Corte.

Podrían tener razón los prelados cuando dicen que este no es un mal exclusivo de la Iglesia, que se nota cierta sevicia en los ataques y hasta podría admitirse que las sugerencias impartidas para no denunciar el hecho ante los jueces no provienen de una falta de condena de estos comportamientos en el seno de la Iglesia, sino de un viejo atavismo corporativo.

Pero no la tienen cuando reducen el asunto a la supuesta cólera de los detractores y a las enseñanzas de Voltaire. Como tampoco la tienen cuando algunos, como monseñor Córdoba, despachan el asunto mostrando que la estadística no es tan abultada. Un reduccionismo inaceptable.

Cuando la jerarquía vaticana ha aplaudido a los superiores que han callado ante los jueces, lo que en realidad está haciendo es tratar de mantener la vieja idea de que la Iglesia es una sociedad hermética, inmune al poder civil. Y lo que irrita es precisamente eso. No sólo la gravedad del delito, sino la orden de tapar. Todo esto se deriva de la vieja concepción canónica de que hay que ser duro contra el pecado pero magnánimo con el pecador. Como postulado general, puede ser interesante. Pero en presencia de un delito, es al Estado, en representación de la sociedad democrática, a quien corresponde dosificar el grado de magnanimidad o dureza.

Tampoco es válido el alegato de monseñor Castrillón difundido por RCN, porque se basa en dos sofismas y una contradicción: es cierto que la ley civil no obliga a entregar los hijos a la Policía. Pero asimilar los nexos de familia con la Iglesia no pasa de ser una metáfora propia del culto, pero inviable en un razonamiento serio. Clama el prelado por el debido proceso. Pero el truco está en suponer que los juicios estatales no respetan ese principio, como si fuera monopolio de competencia canónica. Y, por fin, cuando monseñor insiste en que la Iglesia lava su ropa sucia hacia adentro, está en contra de las últimas decisiones del Papa Ratzinger, quien, hay que reconocerlo, viene tratando de enmendar.

Escribo esto sin bilis, querido padre Llano. Aunque no estoy bajo la jurisdicción vaticana, tengo profundo respeto por los católicos de verdad, por la doctrina social de la Iglesia y por muchos curas que me distinguen con su amistad.

Y un asunto final, monseñor Castrillón: ¿Dice usted en serio que todo esto es una conspiración de la masonería? Qué parecida esta disculpa a la de un gobernante vecino cuando afirma que los apagones en Venezuela son resultado del sabotaje de unos colombianos vendedores de helados.


Alfonso Llano Escobar



El 94 por ciento de los casos de pedofilia, que HOY le echan en cara a la Iglesia, son de ayer, de 1980 para atrás: cuando los señores de HOY -ofendidos, hasta cierto punto, según se va sabiendo- eran acólitos de sacristía. Y como este escándalo es plato abundante que da para muchos -los abogados, que cobran sumas estelares; los 'ofendidos', que aprovechan para echarles el agua sucia a los curas y embolsarse unos cuantos pesos; la prensa amarillista, que se vende como pan bendito; los enemigos represados de la Iglesia que encuentran ahora la oportunidad de vomitarse en ella, y otros muchos más- todos -se les ve el apetito voraz en los ojos- ocupan su puesto, a la mesa de Voltaire, y se sienten plenos y ufanos, con las narices en la cloaca.

Aclaremos un poco este enredo que se formó de repente, como manto de espuma sucia -que recuerda los 'aromas' del río Bogotá, antes de dar el Salto-.

Preguntémonos ¿qué hay detrás de estos insultos a la Iglesia?

¿Qué es la Iglesia, que tanto atacan? Seguramente, entienden por Iglesia lo que tanta gente cree: el Vaticano, la jerarquía, todos los obispos, con el Papa a la cabeza, y posiblemente imaginan, allá en trastienda, el rebaño de los fieles más devotos. Todos los lectores podríamos jurar que ninguno de ellos ha 'tocado' a un niño. Entonces, se refieren a ese 1 por ciento de los cuatrocientos mil curas dispersos por todo el mundo -estos, entregados heroicamente al servicio de los más pobres y de los fieles, en general; de estos, no dicen nada; los ignoran por completo-. Los que cuentan son los pocos que hace 20 o 30 años se dejaron seducir por el demonio de la carne y cayeron. Pregunto: y los insultantes, que así se desahogan, ¿qué estarán encubriendo? ¿Por qué no destapan su cloaca? ¿Solo huele la de los curas? Así parece. La de ellos ha recibido tratamiento: es inodora. ¡Oh prodigio!

Entonces, ¿por qué las pagan los obispos y el Papa? ¿Porque son el rostro de la Iglesia? Supongámoslo, en gracia a la imagen. Son el rostro de la Iglesia. Lo más visible. Y hay que insultar a la cara. Nadie insulta al pecho ni a los pies. No, a la cara de la Iglesia. Allí aparece ella. Hay que ofenderla. Humillarla, hasta la sevicia, sin ningún amor filial. Escupirle a la cara, para ensuciársela de bilis. Y te pregunto, volteriano de pura raza, ¿insultarías a tu madre, a la cara, le escupirías, si supieras HOY, que hace 20 o 30 años fue proxeneta? ¿Y lo propalarías a los cuatro vientos? Estarías escupiendo para lo alto y te caería luego en la cara.

Entonces, ¿qué se esconde detrás de tanto insulto? ¿De dónde salen tantas suciedades? ¿Del amor? No. Del ODIO, sí, del ODIO, en mayúscula, porque mayúsculo es el odio que le tienen a la Iglesia. Sí, señoras y señores, que me leen asustados: lo que está detrás de tanto insulto a la Iglesia es el odio; y no recuerdan que el odio hace más daño al que lo lanza que al que lo recibe, quien, después del chaparrón, se limpia la cara con un lienzo de lino, y mira sereno y puro. Como Jesús, después de que lo abofeteó y escupió la chusma estúpida: los insultos y escupas le purificaron el rostro, que millones y millones de creyentes de todo el mundo besaron y adoraron este Viernes Santo.

Odio escondido, que HOY están haciendo manifiesto.

Odio vil e inhumano que HOY están haciendo pasar por el deseo limpio de ver a la Iglesia inmaculada. ¡Mentiras!

Odio estéril e infecundo que HOY están esparciendo en los surcos de la Patria y mañana recogerán en la suerte de sus hijos.

Odio asesino, que HOY intenta vanamente matar a la vida, y lo están haciendo pasar por amor a la madre.

Odio volteriano, heredado en línea recta del mayor boquisucio que ha tenido Francia en su historia, y HOY vomitan sus fieles seguidores.

No corre sangre por las venas de estos volterianos; corre bilis, bilis negra y sucia; sólo bilis, sólo ODIO.

Queridos lectores: no manchen sus ojos leyendo las columnas de estos volterianos. Los ojos de ustedes merecen respeto.

23 Abr 2010

Los pecados del alma

Mauricio García Villegas

Por: Mauricio García Villegas

EL SACERDOTE ALFONSO LLANO, EN su columna de la semana pasada, la emprende contra quienes critican a la Iglesia por su actitud negligente con los curas pederastas.

¡Volterianos! (discípulos de Voltaire) les dice el padre Llano; gente que “en lugar de sangre tiene bilis negra y sucia”. Si los pederastas son sólo el uno por ciento de los cuatrocientos mil curas que tiene la Iglesia, se pregunta Llano, ¿por qué tanto escándalo? Además, ¿dónde están los pecados de esos volterianos? ¿Dónde está su cloaca? Así como un hijo no insulta a su madre proxeneta, termina diciendo Llano, tampoco ataca a su iglesia.

Con todo respeto, padre Llano, creo que hay mejores maneras de defender a la Iglesia católica. En primer lugar, porque el odio que usted hace pasar por las venas de los volterianos —denominación que parece más un elogio que un insulto— puede fácilmente atribuirse a su comentario. Pero bueno, eso es detalle. Lo que no es un asunto menor es decir que los pedófilos son sólo el uno por ciento —¿cuatro mil?, yo pensé que eran menos— y que los que critican también pecan. Bueno, no creo que haya que explicar por qué los pecados de unos no se compensan con los de los otros. Menos convincente aún es su idea de que a la Iglesia, como a la madre, no se le insulta.

Todo esto me lleva a pensar que no son tanto los volterianos los que sacan al padre Llano de casillas, sino los creyentes que, con motivo de estos escándalos terminan renegando de su fe y sobre todo de su fidelidad a la Iglesia. Es también contra ellos que van dirigidas las advertencias, y el odio, de Llano.

Esto no es nada nuevo. La Iglesia siempre ha sido complaciente con los pecados que se originan en las pasiones humanas: matar por furia, robar por codicia, fornicar por lujuria, todo eso formar parte de la naturaleza humana, creada por Dios, frágil y pecaminosa. Por eso hay que perdonar. Más aún, esas pasiones incontenibles son la fuente del arrepentimiento, de la fe y de la obediencia a la Iglesia. En este “valle de lágrimas”, pecar y arrepentirse es algo así como el curso natural de la vida. Por eso la Iglesia no menosprecia a los pecadores; al contrario, los acoge y los quiere; sólo les exige que se arrepientan. Ahí, en la humildad de los arrepentidos, incluida por supuesto la de los curas pecadores, está la clave de la sumisión ciega de los católicos, sobre todo de los sacerdotes, a su autoridad eclesiástica. No en vano a los creyentes se les llama fieles.

Pero así como la Iglesia siempre perdona los pecados que se originan en las pasiones carnales, es inclemente con los pecados del alma, es decir con la falta de fe, con la duda. Así como el adúltero y el pedófilo son vistos como arrepentidos potenciales, el incrédulo, sobre todo el que se atreve a hacer públicas sus dudas, es visto como un traidor peligroso. Los enemigos de la Iglesia son los enemigos del pecado, no los pecadores. El incrédulo es un malhechor; el pecador, en cambio, es un hijo pródigo. Por eso, para Llano, el que duda de la autoridad de la Iglesia por causa de los crímenes de sus sacerdotes, comete un pecado de fe, que es infinitamente mayor que los pecados de la carne cometidos por éstos.

Cuando oigo decir que “Colombia es pasión” y veo el “sagrado corazón” que utilizan para esa publicidad turística, pienso en lo mucho que todavía dependemos de esa concepción católica tradicional que predica el padre Llano.

* Profesor de la Universidad Nacional e investigador de DeJuSticia

miércoles, 21 de abril de 2010

Neoliberalismo...

21 Abr 2010 - 1:20 am

Neoliberalismo

Por: Andrés HoyosAndrés Hoyos
EL SENADOR ROBLEDO ACUSA A Mockus de ser un espantoso neoliberal, muletilla que para los de su esquina ideológica equivale a ¡oligarca!, ¡hereje!, ¡comunista!, ¡infiel!, los insultos genéricos que en el pasado proferían los fanáticos de todos los signos para condenar y descalificar a quienes no pensaban igual que ellos.

Un neoliberal de verdad es alguien que, como los famosos tea partiers americanos, desconfía del gobierno central y aspira a reducir el tamaño del Estado a la más mínima expresión. En Colombia una política como ésa, con la consecuente reducción de impuestos, sería un desastre. El único problema con el argumento es que Mockus no es hoy ni ha sido nunca neoliberal.

La peor acusación que le sacan en cara fue que vendió el 49% de la Empresa de Energía de Bogotá a inversionistas privados. La EEB en 1995 debía 1.900 millones de dólares y tenía comprometidos diez años de utilidades potenciales tan sólo para pagar la deuda. Su grave situación venía, por ejemplo, del famoso escándalo del Guavio, cuando unos funcionarios avivatos saquearon la empresa. El precio mínimo de la subasta era de 900 millones de dólares y se alcanzó un valor de 2.200 millones. Robledo dice, sin embargo, que fue un negocio ruinoso. ¿Vender algo por más del doble de lo que uno pensaba que podía valer es ruinoso? Alguien tiene mal aprendidas las tablas de multiplicar. Por si acaso, la EEB y aledañas desde entonces se descapitalizaron dos veces, dando al Distrito sumas cuantiosas para hacer grandes obras, han repartido cuantiosos dividendos y hoy la parte que le queda al Distrito vale un platal y está bien gestionada. ¿Dónde está la ruina?

La misma discusión se da alrededor de la necesidad de conseguir un socio estratégico para la ETB, aceptada incluso por la administración de Samuel Moreno. Robledo y su escudero Aurelio Suárez no concuerdan. Piensan que la solución mágica consiste en reinvertir durante muchos años la totalidad de las utilidades. ¿De veras? Están obligados a decir, entonces, cuáles colegios, cuáles guarderías y cuáles hospitales habrá que cerrar o qué impuestos se van a aumentar poderosamente, porque de lo contrario las cuentas no cuadran.

Por si acaso, los verdaderos neoliberales están de acuerdo con Robledo: ellos tampoco creen en las empresas mixtas. ¿Qué dice la experiencia internacional? Comparemos una empresa mixta como Petrobras con otra 100% estatal como Pemex. Hace diez años Pemex era un gigante y Petrobras un enano. Hoy Petrobras es la quinta compañía del mundo por capitalización de mercado, pues pasó de valer 18 mil millones de dólares en 2005 a cerca de 200 mil hoy. Pemex en el entretanto redujo sus reservas y bajó su producción. Cualquier mexicano más o menos informado confirma que Pemex es un dramático foco de corrupción y que su sindicato es una mafia. En Pemex se suceden varios Guavios al año, en Petrobras ninguno. ¿Moraleja?

Mockus en materia de impuestos está claramente a la izquierda de Robledo, enemigo jurado, por ejemplo, del impuesto a la gasolina, uno de los más redistributivos que existen. Resulta obvio que el dueño del Mercedes paga por ahí veinte veces más en la materia de lo que paga el que viaja en un bus de servicio público.

En fin, es grave que la izquierda nacional esté tan mal de ideólogos. Engolan la voz como si tuvieran la verdad revelada, pero el público no les cree. Luego dicen que lo de los demás es invención mediática. Allá ellos.

andreshoyos@elmalpensante.com

lunes, 8 de marzo de 2010

El legado macroeconómico del presidente Uribe

Por: Salomón Kalmanovitz

7 Mar 2010 -

Salomón Kalmanovitz

¿SÍ VALE LA PENA QUE LAS POLÍTICAS que se condensan en la confianza inversionista produzcan peligrosos desequilibrios macroeconómicos?

Hablo del aumento acelerado de la deuda pública del gobierno central y, en especial, de su componente externo, que de no encontrar correctivos a tiempopuede conducir a la insolvencia del país.

Es que no tiene sentido económico ofrecer deducciones impositivas del 30% sobre la importación de bienes de capital que ya vienen abaratados por la enorme revaluación del peso. Por lo demás, se vuelve más rentable poner a producir una máquina que contratar a un trabajador, cuando el desempleo alcanza el 12,3% de la fuerza de trabajo en las ciudades del país.

Menos sensato es ofrecer descargas a las empresas, que se decretan a dedo como zonas francas, cuando existe un déficit estructural del gobierno central de más de 4 puntos del PIB. Insisto en una vieja máxima paisa: uno no regala lo que no tiene.

Ese tipo de gabelas injustificadas y discriminatorias valen 8 billones de pesos al año y lo que se regala por un lado debe ser financiado por el otro. Se trata además de incentivos innecesarios, pues las inversiones se hubieran producido de todas maneras en época de prosperidad y en recesión no se están dando.

Para rematar, las malas políticas se tornan en permanentes, en la medida en que el gobierno firma contratos de estabilidad jurídica que perpetúan los desequilibrios tributarios durante 20 años. ¿Cómo es posible que un gobierno se arrogue decisiones que comprometen a las próximas cinco administraciones que va a tener el país? ¿Cuántas generaciones del electorado le entregaron esa enorme potestad de desequilibrar crónicamente las finanzas públicas?

La semana pasada se conoció que la deuda externa del gobierno se había ampliado aceleradamente. Mientras el sector privado redujo el monto de sus acreencias externas en 3 por ciento, las obligaciones del sector público crecieron 27,37 por ciento en un año, llegando a 36.766 millones de dólares. Eso en plata blanca significa que se contrató nueva deuda equivalente a US$10.083 millones.

Las malas decisiones económicas que ha tomado el gobierno tienen segundas consecuencias. Es obvio que el gobierno ejecuta la mayor parte de su gasto en pesos y para eso vende los dólares que le han prestado en el mercado cambiario. La segunda consecuencia es, por lo tanto, que la deuda externa revalúa el peso más aún. Entramos entonces en un círculo vicioso: los bienes de capital se abaratan más, el sector exportador ve reducidos sus ingresos y los productores locales se vuelven menos competitivos frente a las importaciones.

Para empeorar más la situación está el hecho de que el país se está transformando en un emporio minero: carbón, petróleo, níquel y oro ocupan más del 45% de las exportaciones del país. En fases de precios altos, las rentas de estos recursos se tornan en una maldición para la producción de bienes transables, que son los que se exportan o compiten con las importaciones pues revalúan la tasa de cambio.

En tales circunstancias, la fórmula conocida y que aplican en Canadá, Chile y Australia es que el gobierno ahorra las bonanzas y más, de tal modo que se sacan de la circulación las divisas que afectan negativamente la producción y el empleo. El gobierno de Álvaro Uribe pasará entonces a la historia como el que más dilapidó recursos públicos cuando más se necesitaba de lo contrario.


Tomado de El Epectador

viernes, 5 de marzo de 2010

Homicidios en alza



Por Eduardo Posada Carbó


Alejandro Gaviria advirtió en su última columna una noticia que ha debido registrarse con alarma: el número de homicidios se disparó en un 16 por ciento el año pasado. Según Medicina Legal, hubo 16.363 muertes causadas por homicidas en Colombia en el 2009. Estas cifras difieren de las publicadas por la Policía, que a comienzos de enero anunció un descenso del 2 por ciento, con un total de 15.817 homicidios al cierre del 2009.

El primer interrogante que surge aquí es, por supuesto, sobre la discrepancia significativa en las estadísticas de dos instituciones oficiales. Esto no es novedoso. Un estudio de Jorge Alberto Restrepo y Katherine Aguirre muestra muy bien cómo, entre 1998 y el 2006, las cifras sobre homicidio colombiano variaron de acuerdo con diferentes fuentes: Medicina Legal, Policía y Dane.


Durante ese período, sin embargo, las tres fuentes coincidieron en las tendencias, mientras la brecha entre ellas parecía "cerrarse con el tiempo". Ahora no. Estamos frente a una doble discrepancia, en las dimensiones y en la tendencia del problema.

En cualquiera de los casos, las noticias no son buenas. Aun si tomamos el mejor escenario presentado por la Policía, la caída del 2 por ciento es inferior a la registrada por la misma institución el año anterior. Y aun si puede considerarse como un avance general positivo, tan mínima caída contrasta con los graves aumentos en las grandes ciudades del país: Medellín (64 por ciento), Cali (17 por ciento) o Bogotá (10 por ciento), según el mismo informe de la Policía. En algunos casos, el deterioro sería más dramático, según Medicina Legal: los homicidios se habrían duplicado en Medellín, e incrementado 40 por ciento en Sincelejo y 25 por ciento en Cartagena.

En cualquiera de las fuentes, seguimos frente a un problema de dimensiones horrorosas, una verdadera catástrofe humanitaria continuada a lo largo ya de muchos años. Es cierto que la situación ha mejorado desde el 2002. Pero importa insistir en que, tras la notable caída de los homicidios hasta el 2005, la tendencia ha sido desde entonces hacia el estancamiento, aunque con avances de algún significado entre el 2007 y el 2008. Sobre todo, importa reconocer que, mientras las cifras de homicidio se mantengan en esos niveles (más de 15.000, según la Policía; más de 16.000, según Medicina Legal), la seguridad y el derecho primordial a la vida siguen siendo los principales retos de la sociedad colombiana.

El Gobierno quiere cabalgar sobre este problema para defender la propuesta reelectoral, con el argumento de que requiere más tiempo para solucionarlo. Como lo sugiere Alejandro Gaviria, lo que se necesita es un "cambio de rumbo". Ello no significa el abandono de lo conquistado, que es mucho y merece ser apreciado. Pero ha habido errores, vacíos y complacencias. Por ello, la continuidad sería un gran obstáculo para dinamizar mayores avances en la que ha sido la política bandera del Gobierno, la seguridad.

El mayor problema del país -la seguridad- tendría que ser el centro del debate de las elecciones presidenciales. Quizá suene contradictorio, pero el objetivo de tal debate tendría que ser despolitizar el tema. El valor de la seguridad es tan básico, tan elemental para construir una sociedad civilizada, que un acuerdo de criterios mínimos alrededor de su garantía tendría que ser no solo posible sino forzoso entre los contrincantes de toda democracia. El Gobierno logró establecer la seguridad como prioritaria en la agenda pública, pero, en vez de una política consensuada, ha preferido mantener el tema como arma partidaria y electoral. Muchos sectores de la oposición parecen resignados a no disputarle esta bandera al Gobierno.

Habría que insistir en las dimensiones descomunales del problema de la seguridad. Sin un acuerdo fundamental para enfrentarlo, entre las distintas fuerzas políticas y sociales, otras generaciones seguirán condenadas a sufrir las tasas de homicidio más altas del mundo.

Eduardo Posada Carbó

Tomado de El Tiempo.com, 5 de marzo de 2010

jueves, 4 de marzo de 2010

Comités de defensa del uribismo

Opinión| 30 Ene 2010 - 11:59 pm

Héctor Abad Faciolince


Por: Héctor Abad Faciolince
LO QUE NOS FALTABA: AL PEOR ESTILO de los Comités de Defensa de la Revolución de Fidel Castro o los Consejos Comunales de Chávez, ahora Uribe propone (aunque no los llame así, claro) Comités de Sapos de la Seguridad Democrática. A sueldo del Gobierno, para mayor oprobio.

Es obvio que cualquier ciudadano, estudiante o no, empleado o desocupado, joven o viejo, debe denunciar a las autoridades si alguien comete una violación, un robo, una extorsión o un asesinato. Pero esto debe hacerse como un deber cívico elemental y no con la esperanza de una recompensa.

Vargas Llosa recordaba en estos días que, durante la dictadura odriísta, cuando estudiaba en la universidad en Lima, “vivía en una inseguridad total. No sabías si el compañero de tu costado era un soplón enviado por el gobierno porque la universidad estaba impregnada de soplones”. Algo así nos quieren hacer aquí. Proponer que los estudiantes de universidades sean informantes a sueldo del Ejército, supuestamente para defender la Seguridad Democrática, es una barbaridad del más puro talante autoritario. Esto solamente alimentaría el clima de desconfianza entre estudiantes y vecinos, la molesta sensación de ser vigilados por cualquier muchacho que se convierta en informante de los organismos de inteligencia, incluso por delitos de opinión o de palabra, y no precisamente porque amenacen o maten. Ya me imagino a la supuesta inteligencia del Ejército recibiendo información de supuestos estudiantes de la universidad, o más bien, de para-estudiantes, sobre otros estudiantes o profesores a los que no les guste que un mismo presidente se quede de por vida en el poder, como cualquier monarca.

La disculpa para este exabrupto son los asesinatos en Medellín. El aumento de los homicidios en Medellín no se origina en las universidades (esa bestia negra y chivo expiatorio de las extremas, desde siempre), sino en las mafias del narcotráfico y en los paramilitares reciclados como mafiosos urbanos que extorsionan, boletean e imponen con brutalidad homicida su dominio territorial. La disputa por el poder de los mafiosos y paramilitares extraditados es la fuente de esta racha de homicidios. Para controlar estos poderes de hecho, que usan armas potentísimas y amedrentan a la población, se requiere una policía que los persiga, una fiscalía que los acuse, unos jueces que los condenen, y una fuerza pública que haga cumplir la ley. No es necesaria la delación pues ya se sabe quiénes son y por dónde se mueven; lo que falta es la fuerza para neutralizarlos y llevarlos presos. Lo realmente grave es que haya habido fiscales regionales (pertenecientes a los grupos políticos del Gobierno) que son aliados y cómplices de las nuevas mafias de Medellín.

Uribe prometió desde hace meses enviar a Medellín 500 policías más para cumplir con este cometido que el Alcalde y las autoridades locales tienen muy claro. No ha cumplido la promesa y para disimular su incumplimiento, propone los estudiantes informantes. Alonso Salazar sabe lo que hay que hacer en ciertas zonas de la ciudad, pero al Gobierno central no le conviene que a una Alcaldía independiente y no uribista le vaya bien. Cuantos más homicidios haya en Medellín, peor para Fajardo y mejor para la reelección de Uribe. Al fin y al cabo Fajardo es el único candidato que tiene músculo para ganarle las elecciones al Presidente. Por eso en el Gobierno central no quieren mover ni un dedo a favor de las ciudades que no estén administradas por adeptos del uribismo. Cali, Cartagena, Barranquilla, padecen la misma angustia que Medellín: la seguridad democrática selectiva, la Policía en las zonas uribistas y el abandono policial en las ciudades gobernadas por la oposición al Presidente Perpetuo.

Seguridad democrática para los municipios de alcaldes uribistas. Inseguridad paramafiosa o neoguerrillera para los demás. Y estudiantes soplones en las aulas. Una buena manera de hacer campaña electoral y de decir: sólo donde gobierna Uribe hay seguridad.

Héctor Abad Facio Lince

Tomado de El Espectador.com