sábado, 20 de febrero de 2010

Salud: crisis al descubierto

Coyuntura, Dinero

La actual Emergencia Social muestra la realidad de un sistema de salud que ha perdido su esencia. La viabilidad y sostenibilidad, así como la falta de vigilancia y control, son sus principales riesgos.

El sistema de salud colombiano pasó, en 15 años, de ser un ejemplo del tipo de estructuras que podrían adoptar los países en vía de desarrollo, a reflejar los errores en los que no se debe incurrir con un sistema tan oneroso. Los decretos emitidos al amparo de la Emergencia Social decretada por el Gobierno para superar la crisis que vive la salud son muestra de que los principios originalmente planteados por la Ley 100 de 1993 se han desfigurado por falta de autoridad, vigilancia y control.


La expedición apresurada de más de 10 decretos en el marco del declarado estado de Emergencia Social que buscaban aumentar los recursos destinados a la salud, transformar el aseguramiento del riesgo en salud por una simple prestación de servicios básicos y ‘meter en cintura’ a los médicos, minándoles su autonomía y conminándolos a recetar los medicamentos o tratamientos básicos contenidos en una serie de guías, terminó por desenmascarar problemas de fondo. Entre estos está la ineficacia del Estado para controlar un sistema que de tiempo atrás presenta fallas y ha perdido su esencia: el aseguramiento del riesgo financiero de enfermarse. Además, la situación actual refleja el desmedido interés económico de actores empeñados en garantizar su crecimiento patrimonial a costa del usuario final.

El problema no es de asignación de recursos, el gasto en salud en el país es de 8,5% del PIB, superior al de la mayoría de países asiáticos, que llega en promedio a 5% del PIB, o de vecinos como Chile y Brasil (7% y 7,7%).

Hoy los empleadores y trabajadores tienen el aporte a la salud más alto de América Latina y de los más altos del mundo: 12,5% sobre el salario.
Las apropiaciones, tanto para el régimen contributivo como para el subsidiado, representan unos $30 billones al año, lo que equivaldría a un gasto aproximado de $700.000 por colombiano. El valor de la Unidad por Capitación es de aproximadamente $500.000, lo que implica que cerca de $200.000 se quedan en el circuito de intermediación generado en el sistema de salud.

¿Qué pasa con esta plata? Juan Pablo Uribe, director de salud del Banco Mundial para Asia del Este y el Pacífico, afirma que “hay unos costos de transacción muy altos en el sistema individual de aseguramiento que deberían ser objeto de un análisis profundo y juicioso”.

El médico Enrique Peñaloza, de la Universidad Javeriana, explica que los costos de la intermediación del sistema coinciden con menores prestaciones. Por eso considera urgente “definir muy bien los planes de beneficios porque es claro que muchos recursos se han malgastado. El problema no es de plata, se han hecho grandes giros pero se han quedado en algunos casos en mayores utilidades patrimoniales de algunos intermediarios de la salud”.

Los principales problemas que aquejan el sistema de salud son la falta de acción del Estado para regular y vigilar el sistema; el abuso de algunos de sus actores, tanto en precios como en el cobro de tratamientos y medicamentos a precios superiores a los del mercado; carencia de una debida actualización del Plan Obligatorio de Salud (POS), lo que ha generado una avalancha de reclamaciones vía tutela y ha tenido al sistema judicial a punto de colapsar y una excesiva integración vertical por parte de estas últimas.

Pero los decretos ley expedidos el 21 de enero en el marco de la Emergencia Social decretada el 23 de diciembre no solucionan los problemas de fondo. Su diseño fue tan errado que, a pesar de los cambios anunciados por el presidente Álvaro Uribe para corregir los ‘adefesios’ , hoy están en vigencia. Los cambios solo los podrán introducir el Congreso, creando nuevas leyes, o la Corte Constitucional, si los declara inexequibles.

Emergencia anunciada

La puesta en marcha de la Ley 100 de 1993, que pretendía garantizar la salud para todos los colombianos, ha tenido un camino tortuoso. Desde el comienzo fue concebida para atender tanto a usuarios del régimen contributivo –que aportan al sistema–, como a los colombianos más desfavorecidos, a través del régimen subsidiado. Su financiación, según las proyecciones iniciales, provendría de los recursos petroleros, pero esta plata nunca llegó.

Ante la falta de recursos, funcionó un régimen contributivo basado en una lista de tratamientos y medicinas más amplio que el que se venía prestando a los usuarios del régimen subsidiado, pero que nunca hubo una actualización de fondo. En ambos casos había un grupo de medicamentos y tratamientos que no estaban incluidos, comúnmente conocido como No POS, que debían ser proporcionados en partes iguales por las EPS y el Fondo de Solidaridad y Garantías (Fosyga).

Las demandas de los usuarios por vía de tutelas se dispararon, al punto de tener al borde del colapso al sistema judicial. Lo peor es que muchas tutelas no correspondían a reclamaciones por tratamientos No POS, sino que incluían tratamientos o medicamentos que debían cubrir las EPS.

La avalancha de tutelas llevó a la Corte Constitucional a expedir la sentencia T-760, que conmina al Estado a garantizar la universalización de los servicios, tanto para quienes pagan por la salud como para los colombianos que no tienen recursos, y a revisar y actualizar el POS. Para cumplir la Sentencia, el Gobierno convocó inicialmente la creación de una Comisión Reguladora de Salud, que desde el año pasado inició el proceso de revisión del sistema.

A raíz de las dificultades que tenían los usuarios para lograr la autorización en la prestación de estos eventos No POS, y para cumplir la sentencia de la Corte, el Gobierno decidió agilizar los procesos, conminando a las EPS a realizar la atención y proceder con el recobro del 100% al Fosyga. Esto dio origen a un aumento inusitado en los cobros al Fosyga, los cuales alcanzaban los $626.000 millones en 2007 y que para 2009 se estimaban en $1,8 billones. Esto llevó al Fosyga a frenar los pagos hasta realizar una verificación exhaustiva que aún no termina.

Estos retrasos generaron dificultades para la red pública de hospitales y motivó a los 32 gobernadores del país, reunidos con el presidente Álvaro Uribe a finales de noviembre en Manizales, a pedir la intervención inmediata del Ejecutivo para evitar el colapso de la red pública de salud, amenazada por las crecientes demandas de nuevos y costosos servicios. Los gobernadores se quejaron de que los giros departamentales de salud pasaron de $409.000 millones en 2008 a cerca de $1 billón en 2009.

Salida apresurada

La posibilidad de un colapso financiero del sistema de salud hizo que el pasado 23 de diciembre el Gobierno invocara la urgencia de cumplir con la sentencia de la Corte Constitucional para decretar la Emergencia Social. En ella se expidieron tres tipos de decretos: unos orientados a mejorar el recaudo fiscal con destinación a la salud, elaborados por el Ministerio de Hacienda; otros referentes al uso de recursos de un fondo de prevención de la drogadicción (Frisco), elaborado por el Ministerio de Interior y Justicia; y los relacionados directamente con el esquema de cómo funcionará el sistema de salud, las prestaciones y las nuevas obligaciones para el cuerpo médico, a cargo del Ministerio de la Protección Social.

Quizá el tema más crítico y que ha generado la mayor polémica tiene que ver con la pérdida de autonomía de los médicos, contenido en el decreto 131, ya que en este se ordena a los profesionales ceñirse a unos estándares o guías para formular medicamentos o tratamientos y, en caso de apartarse de ellos, enfrentarían multas de hasta $15 millones.

Fue tal el revuelo causado por este decreto que resultó ser el primero en corregirse a través de un decreto reglamentario expedido la primera semana de febrero en el que se devuelve la autonomía a los médicos, señala que las guías no serán obligatorias y que serán los comités de ética médica los encargados de juzgar los casos en que puedan denunciarse irregularidades.

El decreto 131 señala igualmente que el POS debe priorizar la atención de medicina de mediana y baja complejidad y “admitirá el acceso al manejo especializado o de mediana y alta complejidad cuando se cuente con la evidencia científica y costo-efectividad que así lo aconseje”. Esto desvirtúa el espíritu de la Ley 100 y la esencia misma del sistema de aseguramiento en salud que busca justamente proteger a los usuarios de las enfermedades más costosas y de eventos catastróficos que los puedan llevar a la ruina.

Otro decreto, el 128, también fuertemente cuestionado, establece las ‘prestaciones excepcionales en salud’; es decir, los eventos No POS. Indica que los tratamientos considerados como prestaciones excepcionales tendrán que ser financiados con recursos del patrimonio familiar del afectado, sus pensiones voluntarias o cesantías, y abre la posibilidad de que el Gobierno reglamente líneas de crédito para estos eventos catastróficos. La corrección de este decreto fue ordenada por el presidente Uribe la noche del viernes 12 de febrero, pero al cierre de esta edición no había sido plasmada en un decreto, razón por la cual lo estipulado en el decreto 128 sigue vigente.

El punto neurálgico del debate sobre los decretos de la Emergencia Social es que, de conservarse los decretos expedidos de forma apresurada, se estaría atentando contra la esencia misma del sistema de aseguramiento en salud ya que la universalización que en ellos se propone solo cubre los temas básicos de medicina y deja por fuera las prestaciones excepcionales en salud, exponiendo a la población colombiana al riesgo financiero de enfermarse.


Tomado de Dinero, 19/02/2010

viernes, 19 de febrero de 2010

Academia y país

18 Feb 2010 - 10:44 pm

Yesid Reyes Alvarado


Por: Yesid Reyes Alvarado
“ESTÁIS ESPERANDO MIS PALABRAS. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.

Con estas palabras comenzó don Miguel de Unamuno, Rector Magnífico de la Universidad de Salamanca, una pequeña oración de respuesta a las duras palabras que ese 26 de septiembre de 1936 habían pronunciado algunos fascistas contra los académicos en el Paraninfo mismo de ese centro universitario: “Mueran los intelectuales”, acababa de gritar el general Millán Astray, quien luego fuera jefe de propagada de Francisco Franco.

“Este es el templo de la inteligencia”, respondió Unamuno. “Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha”. Esta última oposición de “la fuerza de la razón frente a la razón de la fuerza” le costó al Rector de Salamanca su cargo, pues su dimisión le fue solicitada por la Junta de la Universidad ese mismo año.

Sir Bertrand Russell no pudo impartir clase en la Universidad de Nueva York, porque las ideas liberales que pregonaba resultaban incómodas para un sector de la clase dominante, que se las ingenió para conseguir la revocatoria de su designación como catedrático; es uno de los más vergonzosos actos de que se tenga noticia en contra de la libertad de cátedra.

El propio Sócrates fue condenado a muerte por corromper a sus jóvenes discípulos con ideas que se apartaban de las imperantes en aquella época; el filósofo, que podría haber evitado su sacrificio admitiendo cambiar su línea de pensamiento, prefirió morir en defensa de sus ideas.

Mucha polémica han despertado las intervenciones del rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y de otros dos profesores en desarrollo de un foro al que asistió el Presidente de la República. Se les censura el matiz político de su discurso, como si la labor de un académico fuera la irreflexiva reiteración de conocimientos previamente adquiridos y no el permanente cuestionamiento del mismo, con absoluta independencia de si esa postura crítica se orienta a aspectos de naturaleza puramente científica o a actuaciones o decisiones de quienes forman parte de un gobierno.

Los académicos pueden optar por pronunciarse a través de enigmáticas frases abiertas a varias interpretaciones, como cuando el rector Fernando Hinestrosa declaró estar “a favor del fortalecimiento de las instituciones y de los principios democráticos”, o por medio de cuestionamientos directos como los planteados por el rector Isaza. Lo realmente importante es que se les permita expresarse con libertad, que se controviertan sus opiniones en el mismo plano intelectual en el que ellas se formulan (como tuvo oportunidad de hacerlo el presidente Uribe en esa ocasión). Si se despreciara menos el trabajo y la importancia de la universidad, hoy no estaría el país presenciando cómo se cae a pedazos una reforma al sistema de salud que no ha resistido las críticas de unos académicos cuya opinión debería haberse consultado antes y no después de la expedición de las controvertidas normas.

  • Yesid Reyes Alvarado

Tomado de El Espectador




El discurso de Unamuno y el ambiente político social


El 12 de octubre de 1936, España vivía el flagelo de la guerra civil y las tropas de Franco habían ocupado casi toda la parte oeste del país, estableciendo su capital en Salamanca. Miguel de Unamuno era el rector de la vieja Universidad y asistía a la conmemoración del “día de la raza” (España celebra hoy el día 12 de octubre –fecha de la llegada de Colón a las Antillas- sin ninguna alusión a raza) en el salón de Actos de la misma, rodeado por los más altos dignatarios, militares y civiles, de la facción revoltosa nacionalista. Sólo Franco no estaba presente, pero se hizo representar por su mujer. Unamuno decidirá no hacer uso de la palabra a pesar de ser el rector en ejercicio, pero las circunstancias creadas por los discursos anteriores y, sobre todo, por la intervención exaltada del general Millán Astray contra los que decía que serían los “malos españoles”, vascos y catalanes, lo que fue aclamado como el tristemente conocido grito de “viva la muerte”!, lo hicieron cambiar de idea. En su intervención Unamuno dice lo siguiente (apenas existe un registro testimonial de este discurso, que no fue escrito.):

«Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería. Quisiera comentar el discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray, quien se encuentra entre nosotros. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes. Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me case con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal [...]

Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “Viva la muerte”! Esto me suena lo mismo que “Muera la vida!” Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. Y otra cosa! [Unamuno comienza a exaltarse con sus propias palabras] El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra.
También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda.

Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de sicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él [...]”
En este momento Millán Astray comienza a gritar “Muera la inteligencia!”, a lo que Unamuno responde:

“Este es el templo de la inteligencia! Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho.”
Salió de la sala del brazo de Carmen Franco, entre los gritos exaltados de los falangistas y otros aliados de los nacionalistas. Se recogió en la casa de la cual pocas veces volvió a salir hasta su muerte, el 31 de diciembre de ese año.

Este episodio ocurrido en Salamanca el 12 de octubre de 1936, cuando en España se fusilaban personas por las razones más fútiles, quedo como símbolo de un acto de coraje del rector de la Universidad, contra todos los “muera la inteligencia!” y “viva la muerte” de este mundo. Cuando hablo de Universidad, sea cual sea el tema no consigo abstraerme de existió Miguel de Unamuno, rector de Salamanca.


Tomado de Piensa Chile



viernes, 12 de febrero de 2010

Mamerías





Por Acidonitrix


Las desgracias de Cambio Radical

Es cierto que la organización del Dr. Vargas Lleras no es de mis afectos... pero da lástima ver cómo la imagen de esta importante organización política se ve deslucida por la asociación de su nombre con el pésimo desempeño de la administración de Lebrija.

Indudablemente el gran perjudicado será Bernabé Celis Carrillo, el Senador, quien si bien es cierto tampoco hizo méritos para abonar a su cauda electoral la elevada votación que surgió en la elección de la Dra. Sonia Serrano como alcaldesa, ahora pagará caro su vacilación ante la actitud de la alcaldesa en el plano político, su ejecutoria administrativa y su trato a los ciudadanos.

Y, ay, que le harán falta esos votos a Bernabé y a su partido.


Y las del Dr. Uribe...

Acostumbrado a que con su hablado santurrón podía escatimar la verdad de las cosas y mistificar sus verdaderas intenciones, ahora pretende hacer creer a los ciudadanos que lo de la Emergencia social es sólo un problema de redacción. De malos redactores.

Al contrario, el asunto es de intención de fines protervos, de su espíritu insaciable de riqueza y del favorecimiento más descarado a los monopolios del país.

¿Por qué rebaja en impuestos a los grandes monopolios, con su cantinela de la "confianza inversionista" una suma anual cercana a los 5 billones de pesos y no piensa en cobrar tales impuestos para arreglar los asuntos de la salud?

¿Y que pasa con los más de 5 billones anuales que se van por las alcantarillas de la corrupción del régimen uribista?

¿No es más productivo para el país usar los recursos de una guerra imbécil en el desarrollo y en crear las condiciones de promoción social que le quiten el sustento a los grupos de violencia?

Si eliminar, detener o neutralizar un guerrillero le cuesta al país la enorme cifra de cinco mil millones de pesos ($5.000.000.000.oo) --más que el presupuesto de un municipio como Lebrija--, ¿no es más útil dedicarlo a la educación, el desarrollo productivo del campo (ojo, no confundir con los robos de AIS, o mejor, Arias Ingreso Seguro), a la salud, y así quitar el piso a la delincuencia?

Creo que existen muchos otros comentarios, pero por ahora es suficiente.